Somos hijos de un pueblo ninfa de las aguas, que se hace valer por lo que es. Defiende su espacio entre enormes depredadores. Es el pueblo saharaui. Un pueblo harto de preguntarle al mundo porqué y porqué y sabe que la repuesta está en:”con el fusil arrebataremos la libertad”.
Cuando abducidos, los errores nos adujeron, abrimos ojos, pisamos suelo y fuimos leña para el fuego.
Estudiamos. Jugamos, reímos y bailamos.Temíamos riendas y aún así dejábamos nuestros cuerpos abrazar en nuestras oscuras noches, al azar.
Estuvimos sujetos a los vaivenes del viento, con vítores y aplausos íbamos del Barrio Cementerio al Instituto. Luego; de pronto, nos vimos diligentes a conciencia, de campamento en campamento; celebrando victorias y arrebatos de iras y alegrías de nuestros héroes combatientes.
Volverán nuestras mujeres, ancianos y niños a sus casas que por amor y orgullo abandonaron.
Aunque sea desde el más allá, celebraremos la tan ansiada y costosa independencia total, junto a nuestra nueva gente moradora de nuestro suelo patrio.
Y…Ojalá vuelvan los atardeceres que juntos disfrutamos y los amaneceres que nos perdimos.
Ojalá vuelvan los ronroneos felices de aquellos amores tan impredecibles; pero imperdibles, en épocas de celo.
“¡Lástima que el amor un diccionario no tenga donde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo y cuándo es dignidad!”
B. Lehdad.
